viernes, 4 de marzo de 2011

EL RINCONÍN – LA ÑORA


Salimos temprano, al poco de llegar a la Escuela taller. Rondarían las nueve y media y la mañana estaba fría, pero para ser invierno hacía muy buen día. Nos metimos en la furgoneta y aparcamos al este del parque de La Providencia. Nos bajamos y comenzamos a caminar por el camino de la Senda Litoral. Al principio y como siempre Borja y yo nos quedamos atrás para ir a nuestra bola. Cuando lo conseguimos nos unimos al grupo poco a poco y seguimos caminando en dirección a la playa de la Ñora. A mitad del recorrido paramos en unos bancos a la vera del camino para descansar un poco y comer algo, cuando Pedro nos informó de que en el árbol que teníamos justo delante había una ardilla. Le sacamos  unas cuantas fotos que más tarde subiríamos a Flickr y continuamos el camino. Llegamos al mirador desde el que se ve la playa de la Ñora y todo el paisaje de alrededor. Allí comimos el pincho, sacamos fotos, y cuando pensábamos que desde allí daríamos la vuelta y volveríamos a la Casa Rosario Acuña, Pedro nos dijo que íbamos a bajar hasta la playa, que ya que habíamos llegado hasta allí no nos íbamos a perder lo mejor. Y aunque no le creyésemos tenía razón. Al bajar todas las escaleras y llegar a la playa, Borja y yo decidimos probar  que tal iban las botas nuevas, y aprovechando que la marea estaba baja, y que en la playa de la Ñora hay una zona rocosa conocida como peña el Romeroque se adentra en el mar, allí fuimos como no Borja y yo al pie del cañón como quien dice, escapando de las olas, hasta que a Borja le pilló una y se caló las botas nuevas.
Yo me reí (lógico) y acto seguido otra ola traicionera me pilló a mí por sorpresa y quedamos en igualdad de condiciones. Después de ponernos a secar un poco encima de una roca, antes de marchar decidimos probar un camino que pasaba por detrás, a ver si era el que comunicaba la ruta con la de La Ñora-La Llorea.  Allí fue donde acabamos de estrenar las botas, porque el camino estaba mal no, lo siguiente. También es verdad que eso fue un aliciente para Borja y para mí y no nos quejamos por ello. Comprobamos que si comunicaba el camino(el PR AS-170) y volvimos hacia la playa, pero por otro camino que daba al otro lado de la playa. Allí, casi en el cruce de los caminos divisamos unas huellas de jabalí en el suelo. Una vez llegamos a la playa dimos la vuelta y nos dirigimos, ya más callados por el cansancio hacia la furgoneta, todos con ganas de llegar.

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